La tarde transcurría como se esperaba, sentados al sol, con
un picnic... pero ella estaba extraña, al menos se sentía así, y no sabía si
los demás la notarían de esa forma. ¿Qué le pasaba? Llevaba días preocupada... se miraba al espejo
varías veces al día, las ojeras no desaparecían, aumentaban. Tenía ganas de
llorar; por las noches, en el silencio y oscuridad de la noche se desahogaba
sin que nadie lo notara. Pero ¿qué le
pasaba? Ni ella lo sabía, sólo se sentía triste.
Veía sus hijos, aquellos seres de los cuales se había
preocupado durante toda su vida, cuidándolos, mimándolos, dándoles todas horas
del día y de la noche... y no se sentía alegre.
No se sentía orgullosa de nada de lo que hacía, ni siquiera
de esa tarta que ahora todos degustaban gozosos.
No se sentía cómoda ni con el tierno abrazo de su marido al
despertar.
No dejaba de preguntarse: ¿he perdido el timón de mi vida?
Unas veces querría no haber escuchado aquella conversación
que la cambio la vida o al menos su manera de verla. Y otras le dan ganas de
volver atrás en el tiempo y recuperar lo que los años le habían robado. Se
sentía tan desgraciada.
Había luchado tanto por intentar lo que ella tanto anhelaba
desde niña. Las clases de ballet no eran para ella un suplicio, sino un placer.
Y sin embargo lo había dejado porque creyó que no la habían aceptado en aquella
compañía. Porque su padre así se lo dijo. Porque se vio ante la espada y la
pared o formar una familia o tirar su vida por la borda porque ella no valía
para bailar profesionalmente.
¿Por qué se tuvo que encontrar con el ex-director de la compañía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario