lunes, 27 de junio de 2016

Sueños frustrados


La tarde transcurría como se esperaba, sentados al sol, con un picnic... pero ella estaba extraña, al menos se sentía así, y no sabía si los demás la notarían de esa forma. ¿Qué le pasaba?  Llevaba días preocupada... se miraba al espejo varías veces al día, las ojeras no desaparecían, aumentaban. Tenía ganas de llorar; por las noches, en el silencio y oscuridad de la noche se desahogaba sin que nadie lo notara.  Pero ¿qué le pasaba? Ni ella lo sabía, sólo se sentía triste.
Veía sus hijos, aquellos seres de los cuales se había preocupado durante toda su vida, cuidándolos, mimándolos, dándoles todas horas del día y de la noche... y no se sentía alegre.
No se sentía orgullosa de nada de lo que hacía, ni siquiera de esa tarta que ahora todos degustaban gozosos.
No se sentía cómoda ni con el tierno abrazo de su marido al despertar.
No dejaba de preguntarse: ¿he perdido el timón de mi vida?
Unas veces querría no haber escuchado aquella conversación que la cambio la vida o al menos su manera de verla. Y otras le dan ganas de volver atrás en el tiempo y recuperar lo que los años le habían robado. Se sentía tan desgraciada.
Había luchado tanto por intentar lo que ella tanto anhelaba desde niña. Las clases de ballet no eran para ella un suplicio, sino un placer. Y sin embargo lo había dejado porque creyó que no la habían aceptado en aquella compañía. Porque su padre así se lo dijo. Porque se vio ante la espada y la pared o formar una familia o tirar su vida por la borda porque ella no valía para bailar profesionalmente.

¿Por qué se tuvo que encontrar con el ex-director de la compañía?

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