lunes, 4 de julio de 2016

No estaba loca

Salió de casa dando un portazo. No podía soportar aquella burla, ¿qué se pensaban que era? ¿Una loca que se inventaba cosas, que sacaba conclusiones extrañas y poco fiables? No iba a tolerar un insulto así.
Comenzó a andar con paso firme y veloz, pero sin rumbo.
Se percató que no había cogido sus tarjetas de crédito, ¿cómo iba a huir sin dinero?  Pensó entonces en ir a casa de alguien. ¿Alguien? Cualquier persona la podía traicionar llegado a este punto.
Siguió caminando. De pronto paró y se dejó caer en el suelo de la acera, al cobijo de un árbol. Rebuscó en el bolso su paquete de tabaco, lo halló, sacó un cigarrillo y lo encendió. Siempre había pensado que la nicotina la aclaraba las ideas y la tranquilizaba. Mientras daba una calada profunda y ansiosa, sus dedos jugaban con el mechero en la otra mano.
Volvió a darle vueltas a lo que había sucedido. Ella no estaba mal de la cabeza, eran los demás los que se habían empeñado en que pareciera una desquiciada. ¿No? ¿Cómo iba a equivocarse ella sobre lo que a ella la pasaba?
Hacía tiempo que sabía que las relaciones sociales no eran su fuerte. Había sacado de su vida a todas esas personas que la habían querido dañar y ahora mismo sólo podía contar con su pareja y sus padres, pero eran ellos los que la habían sacado de sus casillas esa tarde. Eran ellos los que ,supuestamente, hartos de sus ataques de ira, su hostilidad y desconfianza la habían aconsejado ir al médico. ¿Al médico? ¿Al matasanos? ¿Para qué? ¿Para qué me dijera que me inventaba los dolores de cabeza? ¿Para qué se riera de mí? ¿Para qué insinuara que no existían los mareos ni las náuseas? Tal vez estaba enferma de verdad, pero nadie la podía ayudar. Nadie.
Hasta ese momento había encendido y fumado de manera compulsiva 8 cigarrillos… Al ir a encender el siguiente vio aparecer una figura a lo lejos que ella identificó como la de su padre. “Viene a por mí”, pensó. Se levantó y echó a correr. No estaba loca. No iba a ir al médico. No iba permitir que le dieran a saber qué sustancia que anularía su razón y sus sentidos.
Antes se eliminaría del mapa.

Antes se mataría.

lunes, 27 de junio de 2016

Sueños frustrados


La tarde transcurría como se esperaba, sentados al sol, con un picnic... pero ella estaba extraña, al menos se sentía así, y no sabía si los demás la notarían de esa forma. ¿Qué le pasaba?  Llevaba días preocupada... se miraba al espejo varías veces al día, las ojeras no desaparecían, aumentaban. Tenía ganas de llorar; por las noches, en el silencio y oscuridad de la noche se desahogaba sin que nadie lo notara.  Pero ¿qué le pasaba? Ni ella lo sabía, sólo se sentía triste.
Veía sus hijos, aquellos seres de los cuales se había preocupado durante toda su vida, cuidándolos, mimándolos, dándoles todas horas del día y de la noche... y no se sentía alegre.
No se sentía orgullosa de nada de lo que hacía, ni siquiera de esa tarta que ahora todos degustaban gozosos.
No se sentía cómoda ni con el tierno abrazo de su marido al despertar.
No dejaba de preguntarse: ¿he perdido el timón de mi vida?
Unas veces querría no haber escuchado aquella conversación que la cambio la vida o al menos su manera de verla. Y otras le dan ganas de volver atrás en el tiempo y recuperar lo que los años le habían robado. Se sentía tan desgraciada.
Había luchado tanto por intentar lo que ella tanto anhelaba desde niña. Las clases de ballet no eran para ella un suplicio, sino un placer. Y sin embargo lo había dejado porque creyó que no la habían aceptado en aquella compañía. Porque su padre así se lo dijo. Porque se vio ante la espada y la pared o formar una familia o tirar su vida por la borda porque ella no valía para bailar profesionalmente.

¿Por qué se tuvo que encontrar con el ex-director de la compañía?